martes, 26 de agosto de 2014

#2

Había pasado de conocer un vestido negro hasta la tobillos a conocer a un vestido de rayas, con vuelo, de tirantes, y con una abertura triangular en la espalda, aun que antes de conocer a este vestido, había tenido la racha de faldas, marcaban buen culo, pero no me realzaban para nada la regata, y mucho menos eran acordes a mi, ni apenas los olí, aun que el vestido de rayas tiene su historia, no eran tan friki como el vestido de cura, era cariñoso con mi figura, pero reservado y a la vez muy celoso, normalmente de mal carácter con todo a su alrededor, se encogía a mi cuerpo, y a veces chuleaba, muy bonito los primeros meses, hasta que me confesó que estaba cansado de sus costuras, que no le gustaba para nada de donde venia, y poco a poco se volvió negativo, se estremeció entre sus costuras, yo solo pensaba en desecharlo, en decirle claramente: ''yee, no me chulees que te mando a caritas'', pero siguió en su linea, hable con sus botones, para idear un plan, y haciendo lo imposible, conseguí que me odiase, que se alejase y que me dejase en paz. Aquello me marcó, y su recuerdo me sigue hasta día de hoy, por culpa de él ya no sabia como tratar a un vestido, él es razón por lo que mis miedos salen a flor de piel con bastante frecuencia, gracias a el me hice más reservada,y desconfiada.

jueves, 20 de marzo de 2014

#1


A mis diecisiete años ya estaba oficialmente en el mercado. Había salido del pueblo, para conocer la capital, y alucinaba con la gran ciudad, era tan diferente a todo lo que habían visto mis ojos, tan acostumbrada a las cuatro calles de mi pueblo, lo tenia tan visto, que en aquella época, me pareció el paraíso vivir en Murcia capital. Por aquellos entonces era tímida, y un poquito rellenita, todo hay que decirlo, nunca había oído hablar de las relación con un vestido, o varios a la vez, me escandalizaba la idea, de probar un vestido, sabia lo que era desde siempre, pero me hacia la loca. Y cuando me preguntaban ¿tú cuantos vestidos has probado? o ¿tienes tu vestido?, me quedaba callada sin saber reaccionar, pues bien nunca había conocido a un vestido en toda plenitud. Había olido vestidos, pero nunca, nunca, los había probado y como no, algo nuevo para mi, me mataba la curiosidad, saber como sentirlo, saber como tratarlo. Hasta que llegó el primer vestido, negro con pliegues, de palabra de honor, hasta los tobillos, solo le faltaba el alza cuellos blanco, y ser de mangas largas, para parecer todo un cura, aparentemente tímido y puro,a cada instante con el, tenia mas curiosidad de probarlo en plenitud, aun que a veces estallaba mi cabeza, literalmente contra la pared, y me decía a mi misma esto no esta bien, tu no eres así. Hasta que llegó el día, sin pensarlo, sin comerlo, y sin beberlo, aquel vestido me enseño mis miedos más perversos, aquellos que evitaba como mujer por que no me sentía preparada, y ostias, gustito dio, pero los siguientes días a aquel, fueron los peores, el capullo que escondía por aquel entonces, floreció de golpe, y conocí algo nuevo, algo que me llevo al clímax, lo que al principio me parecía un vestido de castidad, poco a poco se fue forzando en una relación, mutua, era yo y el vestido, mi primer vestido, aun que el de la foto, es más elegante, este no lo era para nada, era mas bien urbano, le encantaba rozar las escaleras, y conocer nuevos sitios, para provocar el desorden entre mi cuerpo y mi mente. Y aun que me marcó en su momento, hoy en día ni me acuerdo de su nombre, ni de su esencia, pero gracias a él descubrí algo que florecía en mi interior, desde hacia tiempo, y a lo que yo apenas había echo caso.  

¿Es un flechazo o más bien un mazazo?

Qué seria de nosotras, sin la prenda que mas hace destacar nuestra figura, aquella, que enamora, y que cómodamente se complementa a nuestro cuerpo, que encaja con nuestra cadera, que nos hace un buen culito y sin duda, realza la regata. Hay vestidos y vestidos, y nos pasamos la vida, comprando aquellos que mejor nos paran, hasta que encontramos el ideal, el vestido de miles de vestidos, no es uno cualquiera, si no es el vestido, da igual que sea informal, elegante o incluso nupcial, es nuestro, solo de nuestro cuerpo, solo nos sienta bien a nosotras. A parte de realzar nuestra figura, y de ser todo un señor vestido, es el que mejor pega con todo lo nuestro, con todo nuestro mundillo ideal, el que nos entiende, con el que nos sentimos mas cómodas o incluso con el que nos desatamos un sábado por la noche, por que el, sabe completarnos a la perfección