jueves, 20 de marzo de 2014

#1


A mis diecisiete años ya estaba oficialmente en el mercado. Había salido del pueblo, para conocer la capital, y alucinaba con la gran ciudad, era tan diferente a todo lo que habían visto mis ojos, tan acostumbrada a las cuatro calles de mi pueblo, lo tenia tan visto, que en aquella época, me pareció el paraíso vivir en Murcia capital. Por aquellos entonces era tímida, y un poquito rellenita, todo hay que decirlo, nunca había oído hablar de las relación con un vestido, o varios a la vez, me escandalizaba la idea, de probar un vestido, sabia lo que era desde siempre, pero me hacia la loca. Y cuando me preguntaban ¿tú cuantos vestidos has probado? o ¿tienes tu vestido?, me quedaba callada sin saber reaccionar, pues bien nunca había conocido a un vestido en toda plenitud. Había olido vestidos, pero nunca, nunca, los había probado y como no, algo nuevo para mi, me mataba la curiosidad, saber como sentirlo, saber como tratarlo. Hasta que llegó el primer vestido, negro con pliegues, de palabra de honor, hasta los tobillos, solo le faltaba el alza cuellos blanco, y ser de mangas largas, para parecer todo un cura, aparentemente tímido y puro,a cada instante con el, tenia mas curiosidad de probarlo en plenitud, aun que a veces estallaba mi cabeza, literalmente contra la pared, y me decía a mi misma esto no esta bien, tu no eres así. Hasta que llegó el día, sin pensarlo, sin comerlo, y sin beberlo, aquel vestido me enseño mis miedos más perversos, aquellos que evitaba como mujer por que no me sentía preparada, y ostias, gustito dio, pero los siguientes días a aquel, fueron los peores, el capullo que escondía por aquel entonces, floreció de golpe, y conocí algo nuevo, algo que me llevo al clímax, lo que al principio me parecía un vestido de castidad, poco a poco se fue forzando en una relación, mutua, era yo y el vestido, mi primer vestido, aun que el de la foto, es más elegante, este no lo era para nada, era mas bien urbano, le encantaba rozar las escaleras, y conocer nuevos sitios, para provocar el desorden entre mi cuerpo y mi mente. Y aun que me marcó en su momento, hoy en día ni me acuerdo de su nombre, ni de su esencia, pero gracias a él descubrí algo que florecía en mi interior, desde hacia tiempo, y a lo que yo apenas había echo caso.  

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